Vinicius exclut Xabi Alonso de sa demande d’excuses

« Bonjour à tous, sauf à un », avait l’habitude de dire Juanito à ses coéquipiers du Real Madrid en arrivant au vestiaire. L’« un », l’exclu, c’était Stielike, avec qui il s’entendait toujours mal. L’Allemand reprochait au joueur andalou de se dérober à ses obligations tactiques. Juanito, de son côté, se plaignait que Stielike multipliait les courses inutiles en fin de match au Bernabéu, juste pour donner au public l’impression qu’il était le seul de l’équipe à se battre.

Leur mauvaise entente éclata au grand jour lorsque Stielike revint au Bernabéu sous le maillot de Neuchâtel. Ils en vinrent aux mains, et Juanito alla même jusqu’à lui cracher dessus — un crachat immortalisé avec une précision rare par un photographe de presse.

J’ai repensé à ce salut (pas au crachat, on n’en est pas là, et j’espère qu’on n’y arrivera jamais) à cause des excuses présentées par Vinicius, adressées aux supporters, au club et au président — mais pas à Xabi Alonso, la cible directe de son affront. « Je demande pardon à tous, sauf à un », aurait pu dire Vinicius, et tout le monde aurait compris de qui il parlait.

Doy por hecho que el club visó y autorizó este mensaje del díscolo jugador, lo que sólo puede contribuir a la soledad de Xabi Alonso. Ya el mensaje, que no nota oficial, del primer día adelantaba que no habría multa. Ahora se entiende que con esta reparación a aficionados, club y presidente, la mancha se da por lavada, el incidente por superado. Y Xabi Alonso, ahí se apañe. El tolosarra se encuentra en problemas para imponer su estilo de mando, más estricto que el de Ancelotti, entrenador de cuerda larga y palabra suave, al modo de Del Bosque y Zidane, todos ellos en la línea del otrora legendario y ahora olvidado Molowny. El martes titulé aquí algo así como ‘Vinicius-Xabi Alonso, partido difícil’. Ahora me parece más difícil para el entrenador que para el jugador, que al ruidoso desplante del otro día se ha permitido añadir este desdén, igualmente público, y no sé si más doloroso para el ofendido. Ya no se trata de una reacción en caliente, disculpable en un muchacho joven con poco control de sí mismo. Ahora es en frío, meditado y con carga de profundidad.

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